jueves, 13 de septiembre de 2012

¿Complicado?


Últimamente me ha costado darle orden a los pensamientos. Cuando me siento a escribir tengo muchas cosas en la cabeza y lo que en las mejores épocas fluye con naturalidad, se convierte en estos días en un martirio sobre todo cuando existe la necesidad de hacerlo. Tiendo a pensar que cuando eso ocurre es que falta cocción a la emoción o a la idea, o no estamos totalmente convencidos de estar siendo justos con la honestidad que nos debemos a nosotros mismos. Pero como dije, existe la necesidad de escribir. Creo que lógico sería comenzar por la etimología de la palabra a la que quiero hacer referencia:  Perdón: Deviene del latín perdonare, término compuesto por el prefijo per y el verbo donare, que juntos componen una palabra cuyo significado sería algo cercano a "otorgar el dejar pasar".
Sin embargo, con una palabra como esa, quedarnos en el exterior sería un tanto más hipócrita que el escribir sin convicción. Por tanto, aunque un poco más profundo, analizando su semántica, nos encontramos con que conlleva necesariamente la existencia de voluntad: La acción de dar supone necesariamente un acto de consciencia y el acto de consciencia es voluntad. Por tanto, el perdón sería la decisión de dejar pasar una ofensa o la acción que produjo un daño sin que dicha circunstancias produzcan las consecuencias que según la justicia o la dignidad deberían producir.
Ahora bien, incorporamos dos conceptos importantes a la definición: Justicia y dignidad.
El primero es un valor del espíritu, entiéndase, una cualidad de la razón, que dirige el resto de las cualidades y conforme a ello, por supuesto, a las acciones, por el cual queremos para otros y de otros, conforme la razón lo indica, en consecuencia, no queremos para nosotros y para los demás, sino lo que corresponde conforme su naturaleza y sus acciones.
La dignidad, que es el segundo, es un sentimiento, por el cual queremos para y de nosotros mismos, conforme lo que somos y lo que hacemos.
Así el perdón significa decidir dejar pasar una ofensa sin que se produzcan las consecuencias que exigiría la justicia o la dignidad.
Normalmente para que ello ocurra, se requiere la certeza de una circunstancia que revista mayor importancia que la ofensa en sí misma y por ende, tiene más valor que la reivindicación de un hecho circunstancial que podría significar la pérdida de una situación de mayor importancia o valor para los que son objeto de tal decisión. Es allí donde se encuentra el punto álgido del perdón, pues, es totalmente legítimo que quien perdona sea quien escoge lo que tiene más valor, y no siempre coincide con lo que piensa el perdonado es lo más importante. Queda entonces en suspenso el después, pues, al no conllevar olvido sino voluntad, el perdón no significa necesariamente reconciliación, pues el perdón es sólo perdón.
Técnicamente, es un concepto bastante complejo y personal, pero que se incorpora con dificultad en la realidad del hombre, pues, en este punto, cuando pasamos de la idea del perdón a la práctica del perdón, hemos debido transitar un largo, largo camino. Pese a, la práctica de las ideas también se puede perfeccionar. Así es como nos convertimos en personas prácticas, aunque en la mayor parte de las oportunidades se piense que la practicidad es algo maquiavélica, por aquello de que el fin justifica los medios, pero creo que todo es cuestión de semántica, y de actitud.
Ahora bien, desde muy pequeña he creído firmemente, que para vivir la vida correctamente, sólo es necesario tener un sentido finamente desarrollado: el sentido de la ubicación. Saber quién eres y donde estás te permitirá saber que quieres ser y a dónde quieres llegar, sobre todo porque te va a permitir conocer la mejor manera de lograrlo, sin tener que recurrir más de lo necesario a tener que perdonarnos por lo hecho o dejado de hacer.  Todos tenemos historia, pasado, todos tenemos momentos que han determinado el curso de nuestra vida de una u otra manera. Sé por experiencia propia que en la vida hay dos tipos de circunstancias determinantes: las que son producto de nuestras acciones y aquellas que son producto de hechos no relacionados con nuestro comportamiento pero que se presentan como elemento de una realidad que nos trasciende, eterna e infinita y que supera con creces la sabiduría del hombre. Sé también por experiencia, cuan profunda puede ser la incidencia de tales circunstancias, y sé también por experiencia propia, cuán difícil puede ser el perdón de todos ellos.
Sé, que el más dificil de todos los perdones es el perdón de lo incomprensible y del daño que no hemos provocado, pero sé también que la más importante de las reconciliaciones, es la reconciliación con lo incomprensible y lo eterno, porque de lo contrario, cuando no logramos ese acto de inteligencia y no nos rebelamos en contra de la estupidez humana, y permitimos que se mezclen la soberbia, el orgullo, la impaciencia y el resentimiento, terminamos enfrascados en un lugar tan lejano de la felicidad que termina por destruir todo lo que motivó en algún momento lo que sea que se haya comenzado. 
Sé la importancia que tiene para ser feliz, aprender a reconocer cuando estamos ante un daño previsible y evitable, y cuando estamos ante una circunstancia que no podíamos prever, así como sé también la importancia de asumir las responsabilidades frente a cada una de esas acciones, y sé la importancia de perdonarnos o perdonar por las que nos puedan impedir continuar el camino. Sé también que todos nos hemos equivocado alguna vez de una manera tan monstruosamente estúpida que puede convertirse en uno de esos demonios que nos atormenten por el resto de nuestros días si no logramos superarlos, y sé que si tratamos el perdón como olvido en vez de voluntad, ese olvido nos llevará muy lejos de vivir y nos acercará mucho a sobrevivir.
Una de las cosas más importantes para la resolución de un problema es el diagnóstico. Si no sabemos qué es, no se puede aplicar las soluciones adecuadas. Quizás si tenemos mucha suerte, en un margen chico de probabilidades, acertamos a la primera a ciegas. Pero no siempre será así, y creo que quizás el principal problema de la humanidad para practicar el perdón se encuentra en la aceptación de la realidad. No han sido pocas las veces en que he expresado cuan maravillosa me parece la humanidad y lo poco que hace con ella misma.

Así que al final de este cuento, creo que encontré la palabra que verdaderamente estaba buscando: aceptación, creo, que sólo queda practicarla. 

Nos Vemos en el Espejo...

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