lunes, 13 de febrero de 2012

Tiempo de cuandos

Amo mis cicatrices. Ellas me recuerdan la capacidad que tengo de regenerarme. Amo mis cicatrices porque requirieron tiempo y paciencia para dejar de ser heridas abiertas y convertirse en lo que son; y amo mis cicatrices porque lejos de representar dolor representan sanación. Hoy día puedo decir que la comprensión que tengo de la vida, no siempre fue suficiente para aplacar mi neurosis de nacimiento, y de cuando en cuando, la soberbia vence para demostrar de qué poco sirve la experiencia para ser sabio si no se tiene el don de ser sensato. Así pues, en ejercicio de esa sensatez, he aprendido que no todo dolor vale la pena ser vivido; así, a menos que seas estúpido o puro de espíritu, tienes el poder y la opción de elegir tus batallas, tus riesgos, y con ellas tus heridas de guerra (y por supuesto también tus cicatrices). Muchas son las veces en que he declarado mi deseo de saber menos de lo que sé, de retornar al tiempo en que era inocente y libre de pecado, para así ser libre del conocimiento que conlleva, mas cuesta mucho a mi condición de mujer que ama su humanidad cerrar los ojos ante el conocimiento, en cualquiera de sus formas, aún cuando ello signifique aprender a vivir con la culpa, pues he aprendido que pesa menos la culpa de haberlo vivido que la de haberlo dejado de vivir. Sin embargo, a pesar de todo, nunca estamos preparados para la vida, para sus pruebas, para sus reveses. Nunca estamos lo suficientemente preparados para enfrentar su intensidad infantil cuando decide que es hora de jugar con los simples mortales que le han dado para su entretenimiento. Esos momentos en los que tienes que aferrarte con mayor fuerza a las ganas, pues justo ahí, cuando el infantil deseo de la vida sale a flote, es cuando nos muestra su cara menos sonriente. Es entonces cuando tienes que asumir con la mayor honestidad posible en el mundo y con la más sincera humildad, las consecuencias de existir. 
Hace mucho tiempo, como todos los locos que nos jactamos de serlo, decidí no tomarme la vida tan en serio, vivirla así como se trata a los niños cuando tienen una crisis de caprichos, no parándole mucho al ruido hasta que se dé cuenta que así no lo va a lograr; vivir, disfrutar realmente lo que tengo por delante, disfrutar a la gente que llega a mi vida, sin importar su destino; viviendo el presente, lo que son y lo que dan, pero de cuando en cuando llega alguna que me hace olvidarme de esa condición de loca por elección y me hace soñar con que sean eternos. Entonces recuerdas que no es una decisión tuya, y sólo te queda agradecer cada mañana al despertarte que aún están y cada noche al acostarte que estuvieron ahí, recuerdas que no puedes más que dar lo mejor de ti, y sólo por ellos, por un breve momento de tiempo, tomarte en serio lo que estás viviendo, incluso tomarte en serio tu locura por elección pues no es juego su presencia. Es cuando te toca tomarte en serio la intensidad de la vida, pues comprendes que unicamente puedes controlar como hacer para amar una eventual cicatriz, ; pues en ese momento, en ese breve momento, entiendes, que estás en presencia de un dolor que vale la pena ser vivido.
Este es un tiempo de cuandos, y es un tiempo en que amo más que nunca mis cicatrices, en que amo más que nunca saber lo que sé, y en que amo más que nunca mi locura, pues, este tiempo vale más que cualquier otro en toda mi vida.
Nos Vemos en el Espejo...